sábado, 12 de diciembre de 2009

"Carta póstuma para Clark Denn"

Ya a mis 17 sabía que no había otro camino después de concluir la escuela. Mi utopía se había esfumado el día en que el soldado Tim Hamlet entró por aquella puerta de madera que nos aislaba del mundo con el estudio, en ése momento no tenía otra idea en la mente que matar a aquel hombre, pero ya quién sabe cómo me hice amigo de éste. Entré en la academia el día posterior al término de mi ciclo escolar, apenas me despedí de mis padres y hermanas. Con mis compañeros de la vida me enlisté, más no encontré aliento alguno para quitarme ese gusto amargo. Itinerario de pocos metros aparentaba, pero kilómetros albergaba. Yo creo no haber tenído mejores compañeros en la academia como en otro lado. Las noches en que mostrabamos nuestros deseos más amparados por no desvalorarlos, nuestras congojas ante el no poder ver qué nos aguardaba. Tardes de intenso calor aparentaban, ni la brisa gélida nos estorbaba mientras ejercitábamos. La costumbre nos arrevatió la única base de incomodidad que teníamos de sentirnos manipulados. El dolor desaparecía para ir dándole espacio al valor. Pero ése valor era semejante al temor que teníamos implantados. Nos diversificaron en distintos grupos, yo formaba parte del batallón D, dió la coincidencia de que así se nombró aquel día tan abrumador. Jhonny y Jack murieron apenas entraron en la playa, junto con otros cientos, mientras que Tim y yo llegamos a la base con vida. El desasosiego que se inspiraba en esos momentos de batalla fue de una magnitud tal que podía olerse a un kilómetro, yo creo que fue por el mar de sangre que se creó a los pocos segundos de desembarcar. Nuestra misión hasta el momento es la de defender uno de los puentes que aún quedan en pie. Una vez que llegamos al puente nos instalamos entre unas casas que se hallaban desoladas. Entre las 4 guerras que libramos para resguardar el paso pude sentir el talante de los soldados, ya no teníamos enemigos, sólo eran blancos a los que nos ordenaban aniquilar. Todos recibían la muerte con los brazos abiertos, no había anhelo de salír de allí, ni sollozo que se escuchase. Dejamos de valorar nuestras vidas después de ver a nuestros compañeros caer al suelo, y nosotros sin poder ayudarlos. Sabemos que no hay futuro para nosotros, porque aunque lográramos salír de aquí, nunca nos dejaría en paz los recuerdos de los difuntos sumidos en el infortunio. Entendemos a esos cuerpos yertos que se veían a cada paso en el camino como nuestro futuro, y ésa es nuestra ansia ahora.
Ojalá puedan comprenderme que les quiero como a nadie en el mundo, y sé que no podrán dejar de lamentarse por mi pérdida al leer esta carta, y por eso les digo con orgullo que mi vida vale tanto como la de cualquiera. No desperdicien la suya como lo hice yo.

Los ama, Martin Denn

Fecha de deceso, 15 de agosto de 1944

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