Breve y conciso.
La vida es como la ves, pero yo lo digo de una forma diferente: "como crees verla". No por el hecho de que exista esa "vida", pues tú eres la vida. ¿Por qué? -porque me dí cuenta de que "hay muchas formas de ver las cosas" pero sólo hay una que es la verdadera. ¿Cómo lo sé? -si algún día ves las cosas x2 o xmás avísame, mientras no estés mareado, claro. ¿Cuál es? -La que ninguno ve, por la simplicidad de que tenemos una mente, y por mucho que nos empeñemos en intentarlo, nunca lo veremos completamente. Lo que no nos deja verla es la mente, el cerebro, los instintos y los pensamientos. Todo lo relacionamos con algo, ¿de dónde viene ese algo, entonces? -el "algo" viene con lo relacionado, en sí todo es un algo y por cada "algo" hay infinitos más. Yo estuve cerca, muy, de verla bien, pero sé que me es imposible, y los sentimientos también nublan mi forma de verla. Cuando uno dice: "Todo tiene que ver con todo, es una cadena gigante" se refiere a un individualismo colectivo, pero que también lo hace muchos.
Quizá no hayan entendido nada, y si me culpan de loco pues que así sea, pero como todo buen loco sé que no lo estoy.
Cuando en la vida ya no hay límites, la experiencia propia cambia al ser que convive en la sociedad.
jueves, 17 de junio de 2010
martes, 4 de mayo de 2010
"Juez"
"En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes, sedienta de catástrofes y hambrienta."
Vivimos, para vivir, y como todo ser vivo, nuestro único objetivo es reproducirnos, para que nuestra especie sobreviva. Pero cuando se tiene un cerebro de hombre subdesarrollado, ya no existe sólo el instinto, sino la razón con ello. Porque no somos la sublimidad en las especies, nos lo creemos, y así es como arbitramos. Aún no he encontrado ley que le adjudique al animal esa libertad, o a esa hierba, una vida. ¿Dónde está el derecho a la inteligencia colectiva?, porque no veo más que cafres zafios. Si uno sondea por las ramas de la experiencia, no encuentra hoja legal más que ficticia. Uno hace a su filosofía, sobre la mísma filosofía. Sí, todo es ciencia, no existe ese tal dios. ¿Saben cómo lo sé?, porque ví que no existía, así como algunos lo vieron existír. Lutero tenía conciencia sobre esto de tal forma, que impuso a la fe como inigualable a la razón. La fe es la utopía, con reglas basadas sobre lo real, pero inverosímil para ésta. El hombre me ha aturullado en varias ocaciones, por eso me impuse a mí mismo una regla, -La realidad no es más que lo que existe-.
Entonces, si tú eres el juez, dime quién debe vivir... ¿una laucha o yo?. Por mi, cualquiera da lo mismo, sentimentalmente.

Entonces, si tú eres el juez, dime quién debe vivir... ¿una laucha o yo?. Por mi, cualquiera da lo mismo, sentimentalmente.
viernes, 23 de abril de 2010
"Error"
Muchos hablan de que todo en la tierra tiene su lado bueno y malo (en sí, el shing y shang), pero nunca he oído discutir si acaso esos "bien y mal" son sólo para describir lo que nos ayuda y lo que nos perjudica en la vida, o si esas acciones realmente son lo que pensamos, para la vida. ¿Existe el error?, si existe, cómo sabemos que no estamos errados al pensar que existe el error más allá del mismo error. Si no existe, entonces cómo uno explica que si alguien dice que las estrellas son rectangulares, no se encuentra erroneo en su creencia. ¿Es todo sólo una ilusión mental?, tú al igual que yo no sabemos, ni lo sabremos, por lo menos no juntos, alguno quizá sí pueda. Es como la pregunta de: ¿Qué es lo bueno y qué lo malo?, a la cual yo respondo diciendo que no existen más que en nuestras mentes, discirniendo entre qué nos conviene y qué no, para vivir con la mayor prolongación posible. Ojalá esté equivocado, porque creo que me equivoco al pensar que quizá me equivoque en no estar equivocado. Pero, quién me asegura que ese "creer" de equivocarme no es erróneo. ¿Todo empieza con un sí?. No, todo empieza con un: "Instinto y un cerebro".
P/D: Dime tú, ¿es un error haber escrito este artículo?. Yo pienso que no, porque lo hace a uno pensar...

"Bicentenario argentino"

-"A mi parecer, sin agreder a nadie, parece que las generaciones olvidaron lo que realmente es importante. Con el tiempo las generaciones pasan y se descubren cosas nuevas, pero los hombres siguen siendo los mismos. No nos hacemos más inteligentes por cada hijo que pasa. Y lo que sucedió aquí, es que nos olvidamos de algo que nosotros mismos nos dejamos, vivir en el presente. Claro, ellos nunca lo dijeron ni lo pensaron (que yo haya oído), pero lo demostraron haciéndolo. No pensaron en lo que sucedió en sus tierras pasadas, sino por la vida que tenían, por el querer vivir mejor, y por eso lucharon. Hoy sabemos lo mismo del tema que en ese entonces. Pero, ¿acaso ellos se detuvieron a descansar?, no pelearon para dejarnos algo, pero quedó implícito que nos lo dijeron. Darle un día a todos los días, sin dejar de contender innecesariamente. Miguel Hernandez, poeta Oriolano, escribió una poesía acerca de la vida como labrador de tierras, labor común en ese entonces. También cantada por el español Joan Manuel Serrat, se describe como: El niño Yuntero.
Carne de yugo, ha nacido más humillado que bello, con el cuello perseguido por el yugo para el cuello. Nace, como la herramienta a los golpes destinado, de una tierra descontenta y un insatisfecho arado. Entre estiércol puro y vivo de vacas, trae a la vida un alma color de olivo vieja y ya encallecida. Empieza a vivir, y empieza a morir de punta a punta, levantando la corteza de su madre con la yunta. Empieza a sentir, y siente la vida como una guerra, y a dar fatigosamente en los huesos de la tierra. Contar sus años no sabe y ya sabe que el sudor es una corona grave de sal para el labrador. Trabaja y mientras trabaja masculinamente serio, se unge de lluvias y se alhaja de carne de cementerio. A fuerza de golpes, fuerte, y a fuerza de sol, bruñido, con una ambición de muerte despedaza un pan reñido. Cada nuevo día es más raíz, menos criatura, que escucha bajo sus pies la voz de la sepultura. Y como raíz se hunde en la tierra lentamente, para que la tierra inunde de paz y panes su frente. Me duele este niño hambriento como una grandiosa espina, y su vivir ceniciento revuelve mi alma de encina. Lo veo arar los rastrojos, y devorar un mendrugo, y declarar con los ojos que por qué es carne de yugo. Me da su arado en el pecho, y su vida en la garganta y sufro viendo el barbecho tan grande bajo su planta. ¿Quién salvará a ese chiquillo menor que un grano de avena? ¿De dónde saldrá el martillo verdugo de esta cadena? Que salga del corazón de los hombres jornaleros, que antes de ser hombres son y han sido niños yunteros."

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