lunes, 25 de octubre de 2010

"Silencio ensordecedor"

Veo al firmamento apenas prorrompe el sol entre los óbices irregulares. Alzo la mirada al nivel de la tierra, dispongo mis oidos en todos los ángulos. Optimizo mi tímpano, y aún así sigo sin escuchar absolutamente nada. Desde que la vegetación se encuentra lozana hasta el adormecer de la misma, el silencio perdura. Entre mis sentidos no veo la regalía del sonido, del sentirlo. Recreo aquello que tanto ambiciono con sutiles movimientos de lazos en mi mente. Veo, siento, huelo y degusto aquellas idas y venidas de las líneas como si fueran la única existencia en el universo, como si no hubiera igual. A veces pierdo la esperanza de conseguirlo, pero entonces recuerdo que existe, que alguien entre la gente del mundo tuvo tal facultad. Para asegurarme de que no pierdo el tiempo pregunto a todo el que conoce algo de ésta. Las palabras las filtro como agua, pues tampoco hay mucho que contar. Duermo por las noches soñando con tenerlo, con encontrarlo, con aunque sea saber que es verdad. Pero poco a poco me pierdo, las anécdotas que me contaban no coincidían con las que ahora me mostraban. Dejo de creer en su ser, pues cada uno lo ve como quiere y no como uno. Y en mis momentos de más desaire, en mi lecho de muerte, escucho. Escucho el viento, el jilguerillo al unísono, el movimiento constante de los objetos. Muero con una sonrisa en mi boca sabiendo que mis últimos momentos fueron ensordecedores, de tan silenciosos.

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